Líder, etimológicamente, significa jefe o dirigente de un grupo. En cualquiera de sus acepciones, implica un ejercicio de la autoridad, una “capacidad ordenadora” que todo hombre posee por naturaleza en ‘potencia’ y que se concreta en ‘acto’ en el momento de asumir la responsabilidad de ejercerla.
Arnold Toynbee decía: “El crecimiento de las sociedades humanas se explica por la presencia de unas minorías o personalidades creadoras que dan siempre respuestas exitosas a los retos del medio y que, en razón de su integridad y de sus compromisos con el grupo, son libremente seguidos por la mayoría”.
Desgraciadamente, si observamos la realidad cotidiana, percibiremos una gran carencia de líderes. Y es este el principal motivo por el cual sociedades enteras se encuentran a la deriva; ya que, sin el ejercicio de esa autoridad, es imposible la cohesión social.
Se vive hoy una sociedad sumida en un profundo individualismo, que conspira contra la esencia misma de la vida comunitaria. Como dice Víctor Frankl, reina un profundo ‘vacío existencial’, el cual lleva al hombre a desconfiar de todo y de todos, sumiéndolo en un escepticismo quietista que lo empuja a vivir un ‘eterno presente’, en el cual, ante el dolor y las contrariedades de la vida, sucumbe por no haber encontrado el sentido trascendente del existir.
Por otro lado, la corrupción generalizada de quienes detentan la autoridad ha convertido su función en un ejercicio desmedido del poder, buscando el bien particular y no el Bien Común.
Por ello, se vuelve una necesidad el reflexionar juntos acerca del líder.
La juventud es el tiempo vital para la manifestación de liderazgos, pues en ella naturalmente se vive el deseo de una generosidad sin límites, de un profundo inconformismo con el mundo, y un anhelo de cambiarlo todo.
Es allí donde es imprescindible también mostrar que es posible comprometerse por un ideal, y que existe en la historia reciente quienes han sido capaces de una entrega total y generosa en la fidelidad y servicio a los demás.
Será bueno preguntarnos entonces cuál es el modelo de liderazgo que hoy le proponemos a nuestros jóvenes.
Los cinco deberes de un líder
Ser líder es apasionante, pero no es fácil. El líder debe cargar con la responsabilidad de dirigir a los demás. He aquí cinco máximas que le ayudarán a lograrlo efectivamente:
Dar libertad: sólo un auténtico líder es capaz de tomar a sus colaboradores y dirigirlos como personas. Para él, los demás se merecen su respeto y su confianza, y por ello los deja actuar con libertad. Les permite ser ellos mismos, pensar, opinar, decidir, trabajar, luchar. Esto, por supuesto, exige de él un gran sentido de grandeza.
También exige sentido de la realidad para verse él mismo realizado a través de las acciones de sus seguidores y para sentirse comprometido con sus posibles éxitos o fracasos, como así también para despertar en cada uno de ellos la propia responsabilidad de cara al proyecto común.
Por último, requiere sentido de humildad para saberse retirar a una acción más callada, menos vistosa y aplaudida, pero decisiva en la marcha de cualquier empresa o institución. El maestro de ceremonias es el más visto en un evento, pero es el organizador el que lo planea y dirige. Sin esa planeación, toda actividad carecería de atracción, armonía y unidad.
Formar a sus colaboradores: para que estos puedan actuar con libertad, necesitan ser formados y educados en el campo específico de su acción. Formarlos es uno de los más importantes deberes del líder.
Un colaborador sin instrucción puede tener muy buena voluntad, pero actuará siempre a su aire, juzgando las cosas según sus criterios.
Así, un líder tendrá en sus manos a personas que causan mayores problemas que realizaciones. De aquí que un auténtico líder esté siempre dispuesto a dedicar su tiempo a la formación de los demás.
Potenciar a sus colaboradores: el líder debe poseer una visión nítida tanto de los fines a lograr, como de los recursos con que cuenta para ello. Por esto, después de conocerlos y formarlos, situará a cada persona en el lugar donde puede rendir más y hacer más efectiva su acción. De esta manera, todos y cada uno, como el proyecto entero, se potencian y realizan.
Continua revisión: Revisar no implica una intromisión, sino una educación que comprende dirección, corrección y rectificación. El líder, sin llegar a estorbar la labor de su colaborador, debe estar presente en todo. Al poseer la visión de conjunto, es el único que puede asegurar que todo siga un curso unitario hacia un objetivo común.
Delegar: El líder debe proyectarse delegando aquello que puede a sus colaboradores inmediatos.
Tener una actitud de supremacía es una tentación muy difundida y en la que se sucumbe fácilmente. Ésta puede hacer que sea vea con desaprobación todo cuanto hace un subordinado, y más aún si éste es más joven. Por el contrario, el verdadero líder poseerá una actitud de confianza, creando seguridad en sí mismos en cada uno de sus colaboradores.
Esto exige una buena programación, una excelente comunicación, y una serena puesta en común de los propios puntos de vista. A mayor comunicación y programación, mayor eficacia. Donde no hay vínculos de diálogo, no habrá delegación efectiva; donde no hay programación, habrá confusión; donde no hay comunicación, habrá tensión.
Conclusión
La Patria necesita líderes, en el significado más cabal de la palabra. Sin ellos, seguiremos sumergidos en la mediocridad que provoca la ausencia de un rumbo correcto. Por ello, urge suscitar en los jóvenes la vocación de ser auténticos líderes, primero, de sí mismos, para luego poder ser conductores de los demás.
Hoy, más que nunca, tenemos ante nuestros ojos el desafío de retomar la senda del servicio, el sacrificio y el amor a los demás, que hagan posible un futuro de grandeza, fieles al legado que hemos recibido como Nación.
Prof. Juan Alberto Treglia